miércoles, 23 de mayo de 2012

Miedo a volar


Paseaba
por el mediodía
de cualquier ciudad…
Puede, incluso,
que fuese ésta.

Me detuve ante el semáforo
rojo de tus ojos
esperando la luz verde
que me permitiera
cruzar despacio tu mirada.

Bajé la vista unos segundos
hacia la punta de mis pies.
Descubrí, horrorizada,
cómo la sombra de un pájaro
agonizaba bajo la suela
de mis zapatos de domingo.

Asustada,
me precipité sobre tus pupilas.
Reflejaban un edificio
de nueve plantas
(sin contar los geranios)
coronado por una hilera de palomas.

Pude intuir un ámbar parpadeante
en tu sonrisa,
pero te di la espalda.
Cuando las aves de asfalto
levantaron el vuelo,
las sombras resbalaron
por la fachada
estrellándose contra el pavimento
con un grito silencioso
que ahogué tapándome los oídos.

En el portal,
se amontonaban
los restos del suicidio
.
.
.

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